El tiempo ha sido duro conmigo, azotando mi corazón como nunca jamás lo había hecho. Silencio en la noche y en el día gritos de dolor.
Todos los días pasan como el viento. Fuertes al principio y luego lentos, llenando mi mente de ideas estúpidas de felicidad, alegría o esperanza.
Y eso no existe, mamá.
El hombre está condenado a morir, mamá. En el mundo, lo más cruel de todo es que te arrojan a la vida dejándote claro que no hay salida. Que el fin está ahí.
Que vas a dejar de sentir, de soñar, de llorar, de oler, de oir,…
Llegará un momento en que te digan “esto se acabó”. Y será cuando menos te lo esperes, será cuando estés “feliz”, “alegre”, “contento”.
¡La felicidad! Ese invento humano para hacernos creer que existe una meta en nuestras vidas, insulso nominativo para insultar nuestra inteligencia y hacernos inconformistas de nuestra propia felicidad. La que rezuma de las flores, de las hojas, de la vida.
Paradoja intensa que te proporciona el vivir. La felicidad inventada contra la felicidad cotidiana, la de las pequeñas cosas.
Mamá, ya no puedo más.
Antes que venga alguien a quitarme mi aparente felicidad cotidiana, acabaré con esto. Prefiero morir como yo quiero morir y en el momento en que lo desee, a que cuando menos me lo espere, cuando tenga la felicidad susurrándome a mi oído, venga alguien y me recuerde mi estúpida realidad. Venga la Muerte y me lleve.
Por eso, mamá, me despido. Para que no te apene. Para que sepas que yo elegí este camino.
Cuando caiga el rocío por la madrugada, yo ya estaré en mi felicidad eterna, esa que no existe…
puedes pensar como puede que no.. puedes leer como puede que no.. puedes reflexionar como puede que no..
jueves, 2 de julio de 2009
Despedida de un no-vivo
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